Luego de perder por solo un voto sus elecciones para alcalde en Hickory, Mississippi en 1993, Charlie Lewis se mudó a Michigan. Decidió gozar de la vida tranquila de un retirado, creyendo que el pedido de recusación de las elecciones que había solicitado al tribunal era poco probable que sucediese. Y entonces ocurrió un llamado telefónico inesperado, solicitando que regresara a Mississippi. El Tribunal Supremo del estado había anulado tres votos ausentes para Wayne Griffith, el alcalde residente, quedando sin efecto su victoria y convirtiendo a Lewis en el ganador por un margen de dos votos: 115 a 113.
“Habían sido más de dos años”, dijo Lewis, de setenta y dos años de edad en respuesta a la noticia. “Supuse que me habían olvidado… creo que cuando se llega a mi edad se aprende a digerir pacientemente las cosas”. No obstante, estaba entusiasmado con la decisión del tribunal y las oportunidades que le aguardaban.
Lewis se convirtió en el primer alcalde de color de la pequeña ciudad de quinientos residentes, en las colinas de arcilla roja del este de Mississippi.
“He esperado un poco, pero la ley se tomó mucho tiempo”, dijo.
La espera puede quitar algo del entusiasmo de la victoria, pero si la causa es buena, la espera nunca destruye el gozo del triunfo final.
Prefiero fracasar en una causa que algún día triunfará, que triunfar en una causa que algún día fracasará.
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